miércoles, 9 de diciembre de 2009

192.- Solo son cinco botones

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Miró de reojo nuevamente, y por encima de su hombro, aquellos cinco botones. El tiempo se hizo eterno mientras los repasaba uno por uno: el cero, el uno y el dos perfectamente alineados de abajo a arriba y luego el botón con aquella campanita a la derecha del cero, aquel cero custodiado por el botón del rojo stop de la izquierda. Repasó inútilmente la situación. Jamás se atrevería a pulsar aquel stop. Ese botón estaba separándola de un posible momento de la felicidad soñada.

Entonces fue cuando se dió cuenta que él la estaba mirando. Fue inútil mirar al suelo. Fue inútil disimular, porque sentía su mirada clavada en ella.

El ascensor seguía vacío, sólo ellos dos subían rumbo a quien sabe dónde. Aquel instante, en que todo se había detenido, a ella se le hizo eterno y esa sensación era tan real, que sintió que el tiempo se estaba parando. Sintió que aquel ascensor no llegaría nunca arriba.

La luz del botón dos seguía encendida. Podía oler su respiración. Podía oír su latido. Podía sentir la suavidad de su pelo.

De repente, reunió el valor necesario y pulsó aquel maldito botón rojo, el que podía detener el espacio y el tiempo, aquel que la separaba del soñado cielo, aquel botón tentador del Stop y, sin mediar palabra, se agarró lentamente a su cuello y le besó.

Aquel beso de pasión correspondida logró parar el tiempo de la misma forma en que estaba parado el ascensor.

No quería apartarse de él y, cuando lo hizo, notó de nuevo la atracción de sus brazos en su cintura. Un abrazo fuerte y dulce que la obligó de nuevo a besarle. Entonces fue cuando oyó su voz ronca pero dulce, esa voz que sólo había pronunciado palabras de trabajo, pero que ahora estaba diciéndole un "te quiero". Creyó soñar lo que estaba ocurriendo, mientras una voz, que venía del exterior del ascensor, preguntó si había alguien, devolviéndola a la realidad. Se habían dado cuenta de que el ascensor estaba parado y querían saber si los ocupantes estaban bien. Él fue quien contestó perezosamente que no pasaba nada y, sonriendo, volvió a pulsar el botón del dos.
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autora: Adela Muñoz, del blog Amar el arte
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12 comentarios:

Garbí24 dijo...

Por que nos cuesta tanto dar el paso, quantas relaciones perdidas por miedo, miedo a que?, total nos exponemos a un no, que si lo pensamos con frialdad es lo que ya tenemos si no lo intentamos.
Muy buen relato, de verdad

Anónimo dijo...

a veces hay que descansar... es muy romantico lo de no tener miedo, pero estra solo es necesario también.

kweilan dijo...

Cuesta a veces que los sueños se hagan realidad.

Pilar dijo...

Cuando entro en los ascensores me invade la claustrofobia. Entonces, cierro los ojos e intento ver horizontes inexistentes en el espacio reducido en que me encuentro.
El horizonte que describes lo llena esa frase tan antigua que a todos nos encandila.
Bonito cuento.

assumpta dijo...

Quizás son solo cinco botones, pero a ella le pueden haber cambiado la vida. Ha sido valiente en dar el paso, que podia perder?, Nada, pues nada tenía hasta entonces.

Me ha gustado!
Felicidades.
=)

La Meva Perdició dijo...

Felicidades por el relato. Pasión e incerteza. Rechazo o hacer saltar a la banca. Solo me preocupa que el blanco elegido sea un compañero de trabajo …. Problemas seguros en el horizonte. :)

Elfreelang dijo...

Llàstima que el somni no es fes realitat! Bon conte! Lástima eu no se hiciera realidad el sueño! Buen cuento!

bajoqueta dijo...

Valor y al toro! Que ha ganado más que ha perdido :)

Gracias por el cuento Adela, y felicidades por lo de ayer!

Adela dijo...

Gracias a todos por los comentarios. Me alegro de que os haya gustado y, Pilar, espero que, a partir de ahora, cuando entres en los ascensores cuentes los botones y mires a tu alrededor (por si acaso), jaja...
Amor y trabajo suele ser complicado pero vale la pena intentarlo, Meva Perdició, la verdad es que lo digo porque llevo mas de 25 años con un compañero de trabajo.

La Meva Perdició dijo...

Touche. 2 veces felicidades, entonces.

Marta dijo...

Adela, otro bonito cuento!Parar, empezar... pero decidirse y actuar.

Anónimo dijo...

No todo va a ser claustrofobia en los ascensores. También se prestan a realizar palabras que acaban en -filia.

Luguca.